viernes, 26 de diciembre de 2008

Laberintos

Ding dong suena tu timbre cuando lo toco. Abres tu puerta y entró a tu casa. Hacía tiempo que no nos veíamos, pero vi tu mensaje en mi celular pidiendome que te visitará y no teniendo algo más emocionante o interesante que hacer decidí visitarte.

Tu casa seguía sin cambios, casi igual que la vez pasada. Lo único que ha cambiado es el orden de tu colección de discos y películas, el color de las sábanas y las cajas de cereal.

"No puedo escribir, ni tocar, ni cantar desde la última vez que viniste" dijiste y luego fumaste un poco de tu pipa. Te pusiste de pie y me dijiste que te siguiera a la azotea.

Era la primera vez que estaba ahí. En el suelo había rayones hechos con gis. Luego me di cuenta que no eran rayones, eran laberintos dibujados en el suelo, con paredes borradas para crear bifurcaciones que conectaran a otros laberintos distintos y así sucesivamente por toda la azotea.

No hablabamos, cuando intentaba romper el silencio me pasabas la pipa para fumar y no te la podía negar. En ese silencio simulado (lo llamó así porque había ruidos de autos, pájaros cantando, y así, ruidos ambientales pues) mi mente empezó a vagar por esos laberintos, buscando una salida o algo, que sé yo, pero ahí estaban esos laberintos, imposibles de no seguirles con la mirada. Fuese a donde fuese, los laberintos siempre me llevaban hacia las orillas del techo, ahí donde no podía ver más pero sabía lo que había.

"Te llamé porque la última vez que pude crear algo nuevo estabas aquí, así que creí que tal vez te lo habías llevado sin querer cuando te habías ido... parece que no es así". Me quedé mirándolo. Sus palabras eran extrañas, pero no lo sé, también se me hicieron muy normales. Jaime podía tocar la guitarra e improvisar letras de una manera tan natural que lo hacía parecer muy fácil. Sus letras siempre me daban algo que pensar, estimulaban mi mente, eran como un catalizador de mis pensamientos. Sus canciones eran totalmente ambigüas y surreales. Aparentemente no tenían mucho sentido si las oías pero si las escuchabas eran bastante profundas pero también podía interpretarlas de mil maneras distintas Siempre que volvía a mi casa después de haber estado una tarde con Jaime siempre tenía algo que escribir o dibujar o ambas cosas. Todo producto de esa ambigüedad. Yo nunca le había contado eso.

"Estos laberintos los comencé a dibujar cuando estaba harto de no poder crear. Ya no siento ese algo que sentía antes para ponerme a rasgar la guitarra y ver que sonidos sacaba. Las ideas que se me vienen a la cabeza ya no son como antes. Son tan normales, como que todos podrán entenderlas. Yo no quiero que todos me entiendan. Por que yo no le hablo a todos. Sólo los que están dispuestos a escucharme y esforzarse por entenderme. Pero ahora mis letras y mi música son tan atractivas para los demás, demasiado normales diría yo.

"Primero dibujé un pequeño laberinto. No sé porque. Solo comencé a trazar líneas rectas al azar y cuando me había dado cuenta la línea ya había vuelto al inicio y se había formado el laberinto. No le dí importancia y me fuí. Volví los siguientes días y dibuje otro laberinto y después otro y después otro. Pronto los laberintos abarcaban todo el suelo como puedes ver. Pero no tenía sentido. Cada pequeño laberinto no tenía ni comienzo ni final. Estaban sólos. Entonces borré un segmento de cada laberinto y lo unía con otro y así sucesivamente hasta unirlos todos en un gran laberinto. Hace unos días que termine todo el suelo y de nuevo sentí la frustración de no poder crear que te llamé para ver si pasaba algo. No hay cambio alguno."

Ahora que lo pienso, hacía mucho tiempo que no escribía ni dibujaba. No me había dado cuenta de ello. No había sido algo importante para mí, pero a partir de ver esos laberintos me comencé a preocupar. ¿Y si yo tampoco podía volver a crear de nuevo? Sentí claustrofobia, como si estuviera encerrado en esos laberintos sin sentido ni objetivo. Sin motivación. Tal vez eso le faltaba a Jaime. Un incentivo para recorrerlo. Algo que hiciera al ratón querer recorrer ese laberinto. Un trozo de queso o algo así.