jueves, 18 de septiembre de 2008

Historia sin propósito: Insomnio

Es una tarde calurosa, tú y yo estamos viendo películas malas transmitidas por la televisión abierta. Nada increíble, todo aburrimiento. En un movimiento astuto de mi parte pongo mi mano en tu vientre debajo de aquella blusa roja con lunares blancos. No opones resistencia, sólo noto una pequeña contracción a causa de un cosquilleo, quiero suponer.

Poco a poco mi mano va subiendo mientras tu mano opone resistencia. Al final termino ganando yo, ¿o fue un empate?, ¿o me dejaste ganar?. Antes de lo previsto me encuentro tocando las varillas metálicas de tu sostén a la vez que pregunto con ingenuidad falsa: "¿Qué es eso?". Tú respondes con la misma ingenuidad fingida: "Descúbrelo".

Tus deseos son órdenes.

Miro tu rostro y veo a tus ojos cerrarse, y tus cejas arquearse de placer. Bajo mi mirada y veo el botón de tu pantalón haciendo lo opuesto a tus ojos permitiendome ver tu ropa interior a rayas rosas y azules de tonos pastel.

Abro mis ojos, y me doy cuenta que pasa de la media noche y que mis recuerdos siguen acosandome pero camuflados como sueños. Estoy sólo yo y mi enorme líbido solo comparable en tamaño con la torre Eiffel o con la torre de Pisa (con todo y su característica inclinación).

Trato de volver a conciliar el sueño pero en mi cabeza sólo te puedo ver acompañada de él. Doy vueltas por toda mi cama como las ruidosas manecillas de mi reloj despertador. Ceso mis intentos de dormir, abro mi ventana y enciendo un cigarro con un cerillo. Mi encendedor murió esta tarde.

Mientras expulso el humo de tabaco de mis pulmones, una masa de recuerdos llega a mi mente mientras escucho a los grillos. Recuerdo como en mi infancia creía que ese era el ruido del resplandor de las estrellas en el cielo.

Notó una luz encendida en la casa del vecino y también escucho esa vieja canción que me trae recuerdos de ti.

¿No puedes dejarme en paz en mis sueños ni en mi ventana?

Los recuerdos siguen llegando. Recuerdo las tardes de mi niñez escuchando la radio mientras simulaba ser el disc jockey de la estación local mientras simulaba tocar los viejos acetatos de mi papá en su tocadiscos.

De pronto me acosa otro recuerdo tuyo. De aquella tarde en que llegaste por sorpresa a mi casa presumiendome una lata de cloruro de etilo. Sí, aquel anestésico utilizado para tratar heridas deportivas. Recuerdo como agitabas la lata y como la aplicabas sobre tu viejo sueter rojo para luego aspirarla y succionarla con fuerza.

Al principio me daba miedo intentarlo, pero que carajos, siempre estoy abierto a experiencias nuevas. Nuestra canción estaba puesta en el estereo mientras yo aspiraba y sentía mi mente zumbar yendo de arriba a abajo como un resorte tratando de sintonizar la estación correcta de la realidad mientra me preguntabas: "¿Sientes algo? y yo contestando: "Pues si no es esto lo que debo sentir, entonces no sé que es". Mi cabeza se inflaba como un globo y la música mutaba en seres extraños.

La canción ya no era una canción.

Mis extremidades eran como espaguetis cociendose en la lumbre poniendose cada segundo más y más aguados.

Creo que ya se que comeré mañana.

1 comentario:

Juan Ramón V. Mora dijo...

No esnifen esa chingadera.

As: Lady Jane - The Rolling Stones.

Atte: Juan Ramón Velázquez Mora.