domingo, 23 de marzo de 2008

Historia sin propósito. Parte 4: La lista inútil e inecesaria

Voy conduciendo mi auto entre la oscuridad. Sólo se puede observar el loop infinito de la textura del concreto en movimiento y esas líneas amarillas marcando el ritmo mientras aparecen y desparecen, aunque por largo rato se vuelven una enorme línea amarilla continua.
De pronto desde nuestros lados comenzó un ritmo bastante familiar, iba al mismo ritmo que las líneas amarillas, tenía la misma textura ruidosa en el fondo al igual que la carretera.Todo va al ritmo de la canción, esa especial canción que me hacía sentir glorioso y de la cual no conocía su nombre, pero de nuevo la canción tenía letra. La misma que escuche el día del cocodrilo.

En ese momento me dí cuenta que la letra era muy similar, mejor dicho idéntica al texto del letrero de tu puerta. ¿En serio era tu canción?

Por su actitud me di cuenta que también estaba disfrutando la canción, aunque desconoco que pudiera estar pensando y sientiendo.

No me di cuenta en que momentos ya estabamos en la puerta de su casa, ella estaba asomada a la ventana de mi lado. Me invitó a pasar a su casa. Le recité una larga lista de pretexto por los cuales no podía quedarme, aunque lo deseara intensamente. En la lista estaba la escuela y el auto (debía devolverselo).

Estoy debajo de las cobijas de su cama, sólo le bastó besarme para desaparecer mi lista. No me arrepiento de nada. Creo.

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