sábado, 8 de noviembre de 2008

Canción de cuna para comer brócoli

Llega el primer plato a la mesa, contiene una esponjosa nube gris la cual devoro de un sólo bocado. No estoy satisfecho, exijo más porque quiero estallar.

Llega una segunda nube. Comienzo a sentir algo. La gente desde aquí parecen hormigas. Soy grande y omnipotente. El mundo se ha creado para mí. Mi barriga se empieza a inflar.

Tercer plato. Música sonando de aquel rincón. Todo parece más verdadero. Las puertas se abren. No hay discriminación. Todo pasa, todo se comprende, todo es más intenso. No hay misterio, los sabores son individuales y grupales al mismo tiempo. Me voy a marear.

Cuarto plato. Una película. No cualquier película. Tiene el condimento especial de la casa. Los cortes son más notorios e intensos como zanahorías con limón y chile piquín. Tiene mucha cebolla. Me hace llorar. Tiene muchas nubes. Me hace flotar. El sonido es gloria, quiero gritar.

Quinto, sexto y séptimo plato. Roles de canela glaseados, empanadas de piña y fresa acompañadas de un vaso de leche. Comienza la orgía. Un lápiz en la mano. Mis dibujos me obligan a dibujar. Ellos mueven mi lápiz por querer existir. Saben que quiero crear. Todo es bello y correcto. Un orgasmo sin igual.

Me empiezo a cansar, no quiero irme. Me empiezo a dormir, quiero comer más. Oigo otra puerta abrirse, me empiezo a asustar. No pasa nada, es solo la paranoia. No hay nadie esperandome ahí afuera. Nada va a pasar.

Me recuesto en mi cama y vamonos a navegar. Mi cabeza da vueltas, voy a vomitar. Nubes saliendo de mi boca. Me voy a vaciar. No me importa porque así puedo volver a comenzar.

Mesero, traigame un segundo primer plato que esto apenas va a empezar.
Y no se moleste en traerme la cuenta porque no le voy a pagar.

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